- Nombre de la calle: CIRILO FLORES
Dirección: Parque a Bolibar a la diagonal 3 tanque de la muñeca, zona 1
• Fotografía
(Dirección Comunicación)
CIRILO FLORES ESTRADA
(1779-1826) Quezalteco. Médico y Vice-jefe del Estado de Guatemala. En 1813 participó en la conspiración de Belén. Introdujo el agua potable en Quetzaltenango. El 30 de septiembre de 1824 fue electo vicejefe de Estado y al año siguiente fue nombrado jefe interino. El jefe de Estado como presidente del Concejo Representativo firmó el decreto legislativo para que se publicara y ejecutara el nombramiento de ciudad al pueblo de Quezaltenango en 1825. Fue linchado en Quetzaltenango el 13 de octubre de 1826 En 1829 la Asamblea Legislativa decretó realizar honras fúnebres en su memoria.
RECURSO DE APOYO:
Relato de su muerte, fragmento en el libro “Bosquejo histórico de Las revoluciones de Centroamérica” de Alejandro Marure.
El libro “Bosquejo histórico de las revoluciones de Centroamérica” de Alejandro Marure menciona que haciéndose llegar la notica a Quetzaltenango del traslado de las autoridades del Estado a esta ciudad, se incita a la desobediencia, dentro de esto también se hicieron correr rumores de alarma, dando a entender que los liberales trataban de acabar con los conventos, remover gente de los curatos, de tomarse la plata y vasos sagrados de la iglesia y los dineros de cofradías, que ya no se pagarían las funciones de la iglesia, incluso se llegó a rumorar que habían intentos de degollar a los sacerdotes. Estos rumores se comentaban en todo el populacho quetzalteco haciendo llegar los mismos a los pueblos circunvecinos.
Fue en este ambiente en que Flores encontró a Quetzaltenango y se confió, organizó en la defensa para Los Altos y dio órdenes para que se reunieran en Patzun la Oficialidad del Estado, se dispuso que el Comandante Pierzon se situase en Patzun para contener cualquier agresión de parte del Presidente. Pierzon formó una lista de todos los vecinos que tenían caballo para no demorar su marcha y dio orden a sus oficiales para que esa misma noche los sacaran por fuerza de casa de sus dueños. Al siguiente día los Frailes expusieron a los feligreses lo ocurrido y les dijeron que iban a abandonar la ciudad porque ya no les era dado tolerar el despotismo e hicieron su despedida
El Alcalde Don Pedro Ayerdi, acompañado del Regidor Don Tomas Cadenas, pasaron a darle parte de lo ocurrido al Vice Jefe Cirilo Flores, este se dirigió al convento en unión con Ayerdi y Cadena, donde sus dos acompañantes lo dejaron solo entre la multitud, Flores saludó al Cura Carrascal y a los circunstantes, asegurándoles que no se trataba de matar a los religiosos como tanta falsedad se les había hecho creer y en vez de aplacarles la dulzura y moderación de Flores les inspiraron más osadía, a gritos pedían su cabeza y alrededor del Vice Jefe no se oían más que amenazas terribles y la voz espantosa de muera el tirano, muera el hereje, muera el ladrón.
Viéndose en tanto peligro y rodeado de una turba furiosa. Flores creyó estar mas seguro en el templo y se encaminó a él en compañía de los religiosos; pero al entrar a este asilo sagrado algunas mujeres se arrojaron sobre él, le arrancaron bruscamente el bastón y el gorro que llevaba en la cabeza, con parte de los cabellos, mientras que otras le tiraban fuertemente de sus vestidos. En este momento se hubiera consumado el sacrificio, si el Cura, con grande esfuerzo, no le hubiera desprendido de manos de estas furiosas y subiéndole al púlpito, a donde también él le siguió.
Mientras esto pasaba en l interior de la Iglesia parroquial, desde lo alto de la torre el toque repetido de las campanas, llamando al fuego, llevó la alarma a los puntos más distantes de la ciudad y atrajo a la mayor parte del vecindario que ya en pelotones, se dirigía por todas las calles hacia la plaza principal. Pierzon había salido a la madrugada de este triste día con la mejor tropa: así es que solamente habían quedado en Quetzaltenango un piquete de infantes y algunos caballos: con esta pequeña fuerza y algunos pocos cívicos que se le unieron voluntariamente, el comandante de la plaza C. Antonio Corzo, se situó frente al templo y mando cubrir sus avenidas. La presencia de la tropa no fue bastante para contener el desorden, así como tampoco los ruegos y persuasiones del Jefe Político C. José Suasnabar, que se había introducido al mismo templo para aplacar a la multitud.
Viendo Corzo que por instantes se había mayor el concurso mandó a dos de sus oficiales que despejasen el atrio y obligasen a retirarse a la gente que lo ocupaba; pero en aquel infausto día todo fue confusión y aturdimiento; la tropa que solo debió mantener una actividad defensiva, sin irritar más al pueblo con nuevos atropellamientos penetró en la Iglesia con bayoneta calada e hizo más grande el desorden.
Este incidente hizo conocer a Flores cuanto empeoraba su situación la presencia de los soldados, y dio órdenes al Comandante para que se retirase con toda la fuerza; mas este ya porque creyese dictada por el temor semejante orden, o ya porque sospechase que era un ardid de los revoltosos para que les dejasen al Vice-Jefe indefenso entre sus manos, no solo se obstinó en permanecer en la plaza, son que también se puso a recorrerla a caballo, con sable en mano, haciendo replegarse a las boca calles al inmenso gentío que la llenaba. En esta operación. Corzo dio algunos golpes y estropeó a varias personas, lo que visto por el populacho se arrojó sobre él dirigiéndole una gran descarga de piedras, apenas pudo Corzo salvarse de tan peligroso ataque corriendo a toda brinda a incorporarse a su tropa. Un momento después mandó hacer una descarga general de fusilería, previniendo que se hiciese al aire y sol con el objetivo de intimidar pero, ni bien se había ejecutado esta orden, cuando el pueblo se precipitó sobre los soldados, los despojó de sus armas descargadas, hirió a algunos ya todos los puso en desordenada fuga. Este lance decidió de la suerte del desventurado Vice- Jefe. La tuba frenética, arrolló cuanto encontró al paso, penetró en el templo e hizo resonar su recinto sagrado con el repetido clamor de mueran los herejes, muera D. Cirilo Flores. Todos se empujaban por llegar hasta el púlpito: unos procuraban desquiciarle, otros hacían esfuerzos para escalarlo, mientras que algunos con cuchillos atados al extremo de una vara, procuraban herir al infeliz refugiado.
En estos crueles momentos se distinguió por su barbarie un joven llamado Monico Villatoro, quien, fijando un pie sobre las molduras del pulpito y teniendo el otro levantado en el aire, se encorvaba sobre el Vice- Jefe, le arrancaba con violencia los cabellos y procuraba lastimarle de todas maneras.
Tal era la horrorosa situación de Flores, cuando el P. Alcayaga descubrió al Santísimo y en unión del Cura Carrascal, que estaba en el púlpito con una hostia en las manos, pedía al pueblo que le perdonase, ofreciendo que al momento saldría de la ciudad. Flores reproducía con juramento iguales promesas, pero al mismo tiempo los frailes Carranza y Ballesteros inspiraban dudas a la multitud sobre el cumplimiento de las ofertas del Vice-Jefe. Todos los esfuerzos pues, fueron inútiles, las plegarias y los ruegos se confundieron entre los clamores de los sediciosos, cuyo furor y ceguedad llegó a tal punto que al mismo tiempo que se prosternaban ante el Divinísimo, exclamando: te adoramos Señor, te veneramos; añadían con un aire feroz: pero por tu misma honra y gloria, es preciso que muera este blasfemo, este hereje. Entonces los frailes le hicieron descender del púlpito, atravesaron con él la Iglesia y parte del claustro y le conducían con gran fatiga a la celda del Cura; pero antes de llegar, Longino López (orejo) lo arrancó de los brazos de los religiosos, le dio el primer golpe con un palo, y lo entregó a la horda fanática y rabiosa, compuesta en su mayor parte de mujeres: como furias desencadenadas se echaron sobre el desventurado Vice-Jefe, y con piedras, palos y puñales, le dieron tantos y tan repetidos golpes, que dejaron su persona enteramente desfigurada y convertida en un objeto de horror y lástima.
De este modo terminó sus días a la edad de 47 años, el primer Vice-Jefe del Estado de Guatemala C. Cirilo Flores: patriota distinguido por sus acreditados conocimientos en la ciencia médica, por su laboriosidad infatigable, por su carácter dulce y humano, y especialmente por su amor a la independencia y a la causa de la libertad
(pagina 181, 182, 183, 184, 185) Libro “Bosquejo histórico de Las Revoluciones de Centro América” de Alejandro Marure.
Firma como jefe de Estado en el decreto de nombramiento de ciudad a Quezaltenango.
Dto. 63 de fecha 29 Octubre de 1825
La villa de Quesaltenango fue elevada a la categoría de ciudad, el 12 de Noviembre de 1825, por Decreto No. 63 de la Asamblea Nacional Constituyente. El encabezado de la proposición:
“Pido a la Asamblea se sirva conceder el título de Ciudades a los pueblos de Chiquimula de la Sierra, Sololá, Totonicapán, Quesaltenango” está firmada por el ciudadano Juan José Flores, representante de Quesaltenango y respaldada por los diputados Laureano Nova, también representante por dicha villa y Manuel Montúfar por Escuintla.
La Asamblea Nacional Constituyente –después de los estudios de rigor- concedió el título de Ciudad, únicamente a la Villa de Quesaltenango. “El pueblo de Quesaltenango se denominará en los sucesivo Ciudad de Quesaltenango.”
Desde la petición hasta el momento de su promulgación, el Decreto No. 63 con fecha 12 de noviembre de 1825. Se cumplieron fielmente todos los requisitos formales que la Constitución de entonces exigía en “La Formación – Sanción y Promulgación de la Ley”.
En el Decreto No. 63, la sanción del Consejo Representativo queda expresado así: “Sala del consejo representativo del Estado en la nueva Guatemala a diez de noviembre de mil ochocientos veinte y cinco –Al gefe del Estado-. Cirilo Flores presidente – Juan Miguel de Beltranena – Valerio Coronado – J. Bernardo Escobar, secretario.”
El once de noviembre el Gefe del Estado firmó el Ejecútese y lo mandó al Secretario General del Despacho.
Y por último se cumplió la Promulgación y entrada en vigencia. “Y habiendo dispuesto el jefe del Estado se imprima, publique y circule el decreto precedente para su debido cumplimento en todas sus partes, lo comunico a U. para su inteligencia y efectos consiguientes, dándome aviso del recibo de este y de los ejemplares que acompañan, Dios unión, libertad. Guatemala, noviembre 12 de 1825, Barberena.”
Con fecha 12 de Noviembre de 1825, aparece registrado el Decreto No. 63 en la Recopilación de Leyes de Guatemala, de don Manuel Pineda de Mont, tomo I, p. 481
(Diario La hora. Sep 4 de 2010)